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El Señor se volvió enemigo y destruyó a Israel,
destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas
y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.

Arrasó su tienda como una enramada de huerto
y destruyó el lugar en donde se congregaban.
Jehová ha hecho olvidar en Sión las fiestas solemnes y los sábados,
y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.

El Señor desechó su altar y menospreció su santuario;
entregó los muros de sus palacios en manos de los enemigos,
y ellos hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta.

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